En
ocasiones detesto las normas
porque
congelan, no expanden criterios
y yo
prefiero sufrir improperios
por escapar
de apariencias, y formas
que
disciplinan con reglas morales,
formas que
frenan la influencia del Necio:
ese que
lucha, sin paga y sin precio,
el que
denuncia los actos bestiales
como a
Maciel y los curas de mierda
que mientras
rezan y adoran su dios
callan su
crimen, culpando a mi Dios;
como la
Iglesia ocultando la cuerda
con que
ahorcan al niño. Ya basta
de
proteger al pastor pederasta.
En el
camino es difícil que pierda
la
solidaria empatía del necio
que no
traiciona su voz y el desprecio
hacia el
Poder cuando encubre su mierda.
Yo no le
temo ni a santos, ni al diablo,
ni al terrenal
que se piensa San Juan
porque
bautiza, y duplica su pan
multiplicando
los templos de Pablo.
Yo no me
puedo callar el abuso
de
violadores de niños y vidas,
de
criminales con fuero y sin bridas.
Porque de
nada nos sirve un confuso
y
maniqueo: “perdón”. Si no paga
el
mercader de la fe, que la caga.
©
Gonzalo Reyes
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