martes, 26 de abril de 2016

Una historia sin hadas


Siempre dibujo algunos trazos de nosotros,
un mundo fuera de este mundo y mis mentiras,
la trama oculta frente al poro del recuerdo,
tu rostro en claves sobre el tiempo que nos mira.

Construyo un puerto y la palabra es un marino
trayendo el verso que me dicta maravillas.
Ya no naufrago sobre un mar de blancas olas
hoy preño el verbo que me lleva hasta tu isla.

Capta mi círculo limítrofe tus formas,
y con la luna voy trazando cada línea,
cada milímetro de piel, de tu llanura,
y me sorprende una vez más la poesía.

Me animo a ser entre la letra un viejo brujo
que crea fórmulas en mares que no brillan
porque el azul es el color de la nostalgia
cuando se seca en las estrellas toda tinta.

Entonces voy como un pirata que trasnocha
queriendo hallar en los arcanos una herida
y arrebatar por esa fuga las imágenes,
la tesitura con sabor distinto al día
que se amanece en los pretéritos ambientes
acurrucados en el pecho de mis niñas.

Y voy tratando de fijar nuevos capítulos
con un conjuro que erradique mis umbrías
de la solana donde encuentro cien figuras
en la impaciencia de unas alas que caminan.

Así registro por mis páginas romances,
sonetos, décimas: un diario hecho de rimas,
la huella frágil, mas vital, en la odisea
de nuestro encuentro y desencuentro, Noche efímera.

La historia nuestra nunca supo de las hadas,
no fue la unción, el sacramento en una misa
tampoco firma de ningún contrato eterno.
Fuimos un choque de minutos y una vida,
ambos conscientes del destino en cada unión:
el tiempo breve de la carne y su caricia.

Redacto, pues, esta misiva romancera
de mis dos manos que teclean, se marchitan,
de un beso cálido pescando en la memoria
de algún papel y sus vivencias que no expiran.



© Amarante M Matus