martes, 31 de octubre de 2023

Ellos




ellos siempre vuelven

siempre


como cada año

no tardan en volver

son puntuales

y con mucha ilusión

la ilusión del que espera

esperamos con la esperanza

que se viste de flores

de luces

de azúcar

de manteles

y de fe

 

ellos saben que sabemos

que apenas llegan

y deben regresar

ya estamos con al alma vestida

de recuerdo

de evocación

de tonos sepia

de esencia encadenada

de herencia ritual

y de emociones

 

un año más

un día más

unas horas más

una peregrinación más

 

sus espíritus deben volver

porque siempre vuelven

pero la sustancia

de su voz

de su alegría

de su procesión

y su caricia

 

no vuelve

no regresa

porque ella siempre se quedó

 

bienvenidos


 

jueves, 13 de julio de 2023

Sin título

 



Me despedí con emoción de una estudiante.

Voy a extrañar sus comentarios, sus lecturas

y aunque la vida son los ciclos, las clausuras

en un recodo del recuerdo, algún instante

segura-mente llegará con su brillante

don de alegrar la convivencia en la memoria

donde tejieron las palabras una historia.

La del salón de clases. Voces y enunciados,

rostros, consultas, confesiones y hasta enfados.

Sé que el mañana le traerá, solo victorias.

 

Las confidencias y secretos he olvidado

porque la suerte determina el derrotero

y al evocar en la pandora un gatillero

solo permite tirar una vez los dados

pero bocón como lo soy me echo volados

y me permito compartir las experiencias

de adolescente, y ya no tanto, con la audiencia

de aquellos quienes me confían su barullo

e intento dar lo más análogo a un arrullo

que pronto corra por el riel de la conciencia.

 

Su sello fue, cuando exigí: hacer pucheros.

En otras veces, me miraba de soslayo

como ocultándose en las gafas de algún rayo

tras escuchar mis letanías, ¿romanceros?

La volví a ver entre ejemplares y libreros;

no tuve chance de un saludo más su esencia

pudo plegar y convocar a la aquiescencia

de los colores sepia o gris en el daltónico

que busca versos en sus claves del adónico,

el inventor de sus historias con vehemencia.

 

Y ciertamente si de gestos puedo hablar

debo decir que ciertos ojos son el brillo,

la timidez con cierto encanto, su pasillo,

la discreción del día aquel, donde el azar

volteo mi suéter y mi oído sin chistar.

Ya voy sumando a mis apuntes en el diario

cada momento Regalado a mi lunario:

los cumpleaños, chocolates y saludos;

la formación y las sonrisas sin escudos.

Un arcoíris son sus gestos literarios.

 

No fue sencillo acostumbrarme a tres abrazos.

A los desiertos cuesta mucho degustar

la miel. No obstante, esos tres por puro azar

me vencieron así sin más, urdiendo lazos.

A diferencia de los tres primeros trazos

debo admitir que existe un cuarto comensal

en el tablón de la tertulia más genial.

Con diferencia de los otros, él no toma

él, solicita y complementa nuestro axioma:

el del afecto y el respeto a mi portal.

 

Hay dos chiquillas que crearon una historia

si no recuerdo mal, su título es Frida.

Ambas ficciones son la misma glosa unida

desde el talento y la emoción de su oratoria.

Alguna vez les confesé con cierta euforia

“Debo nutrirme en lo que brinda tu cuaderno”

le dije a Arantza; mientras, Ana y su gobierno,

su luz dorada y su sonrisa, no abandonan

la clave ignota de recuerdos que fusionan

la lealtad de su cariño sempiterno.

 

En los recreos me emocionan con su juego.

Tiran y encestan, mientras otros meten gol.

Varios van tras de los balones bajo el sol

y yo en la sombra soy testigo de los egos

unos patean, otros botan… para luego

volver a clase de dibujo o formación.

Detrás quedó cualquier vestigio del triatlón

que significa hacer deporte en los descansos

o practicar el noble oficio, el remanso,

de la tertulia en caminatas e ilusión.

 

Solo Milagros o Pilar, también Raquel

Junto con Alix y Regina, la cuarteta,

dan la batalla al grupo C cuando las reta

a cascaritas en receso, sin cuartel…

un espectáculo sin duda lo es aquel.

Solo en primeros y tercero, este deporte,

goza del éxito en el gusto y el buen porte

que da botar con buena técnica el balón

o con un mínimo de ganas y pasión

como estas niñas que menciono en mi reporte.

 

La conocí sin estallar aún el caos

del que sin duda un poco fui corresponsable.

Debí imponer la autoridad, no ser afable

como lo he sido en el salón donde os quedaos.

Casualidad ¿Mera intuición?, al C abrazaos.

Seguramente estas hipótesis en verso

están erradas y sujetas al transverso.

Es un asunto más sencillo de enunciar:

tu rostro es signo de alegría sin acotar

en este grupo y su ejemplar multi universo.

 

Ellas dos, ambas, cultivaban la alegría

solía hallarlas, casi siempre, en el salón.

Tenían una letanía ¿O un sermón?

¿Cómo estás Prof.? Bien, regular, qué tal el día.

Y les confieso que lo extraño. Su bujía.

Su convivencia conviviendo con mi genio;

mi mal carácter: nada, nada… mi convenio

y ustedes dos arremedándome en la cara.

Debo admitir, la vida es ciclos y algo rara

y divagar es la afición de mis quinquenios.

 

Después el tiempo retocó la palidez

suntuosa, albura… de pintura medieval

con pinceladas de estación primaveral

que mira, ríe y va tiñendo con su tez

casi cualquier entorno gris sin un doblez.

Después la gracia y bonhomía, piel trigueña,

que nos sonríe y amalgama como dueña

en la ocurrencia inteligente una caricia

que hace brotar en las palabras la delicia

algún imán, la afinidad… su marca y señas.

 

En este grupo me encontré con dos lectoras

a la primera ya glosé emocionado

en la segunda pude hallar alucinado

la fantasía en su retórica de auroras,

de aguamarina y personajes de escritora.

Siempre le voy a agradecer este detalle:

el día último de mayo por mi calle

llegó la fiesta por un nuevo aniversario

y de salida en nuestra escuela y en mi anuario

le regaló siete palabras a mi Valle.

 

Para Cesar lo que es de él: mi gratitud

y para Dueñas, algo más: mi admiración.

A Estefanía y compañía mucha flor.

Pao, Zyanya, Padme y Camila toda la luz

para este viaje, en este póquer… un menú.

Darío, Bruno, Ikthan, Franco y Alejandro,

y aún me falta Alexis, ellos en el campo

han cultivado la raíz del compromiso

de donde luego brotarán chulos racimos

Así vislumbro a mis alumnos y les canto.

 

Frida, Regina, Diana —y muchas más que faltan—

son de un altísimo contraste en su amistad

¿La voluntad de un arcoíris? Mucho más.

Y los demás que me faltaron en mi escasa

crónica almática en verdad algo sesgada,

la exploración de simpatías en el arte

de trabajar con personitas sin desviarse

de la tarea primordial en un docente:

ser una guía en el camino, en el césped

que ha de pisar cualquier alumno y su equipaje.


© Amarante M Matus



miércoles, 12 de julio de 2023

Canto de lo cotidiano







“…por la costumbre
que nos repite y nos confirma como un espejo…”
J. L B.

Quién podría definirnos mejor que la costumbre: los actos, gestos y manías; reacciones, omisiones y respuestas. Cada serie de comportamientos y situaciones interactuando con sus constantes, y algunas variables, en el marco de lo cotidiano; luego entonces, hago una breve enumeración, sesgada y no menos gregaria, de lo que vivo, de lo que acontece por mi entorno inmediato. Hago una suma, o quizás una glosa, de los hábitos y los rituales que se instalan en el día a día, con quién convivo.

De las pinturas animadas, la primera en llegar acompañando a la rutina con la primer gota del alba, es la del despertador con su peculiar y prolongado, ¡ringgg!, poco después del cacareo de un gallo que vive lejos de su entrañable y distante ambiente rural en esta jungla de concreto e imecas. En esta imagen de Buñuel, un lejano pasado y el más moderno presente coexisten, no compiten ni se complementan, tampoco se excluyen… probablemente conviven.

Luego viene la danza de las cortinas en los locales que se preparan para la vendimia del día: la leche para los niños; el refresco de cola —uno de los proveedores más entusiasta para, y de diabéticos—; los blanquillos, fieles dotadores de la proteína en la canasta básica de la familia mexicana; la cerveza que no puede esperar al partido del domingo y es la presa favorita del adolescente bachiller cuando se vuela las clases; el café para el adulto, una de mis pocas adicciones; el bolillo para la torta o el pan blanco para el sándwich; las fotocopias de última hora en el primer minuto de la papelería, o las impresiones del trabajo para ganar unos puntos extras en la evaluación bimestral.

Y pienso en todas estas nimias situaciones, mas no triviales, mientras el agua tibia de las primeras noticias, enfría más de la cuenta o adquiere más temperatura y el desayuno radial para la química cerebral, o su anestesia, ya está hace un buen rato alimentando el músculo intelectual, espiritual o evasivo del entretenimiento, según se vea porque también está desde temprano el chismorreo que no puede faltar. La lectura de los diarios se queda para los tiempos muertos, cuando la lectura es más viva aún, o para el refrigerio en la oficina.

La muda, cuidadosamente seleccionada, del domingo al miércoles durante cada noche debe estar lista para no perder tiempo en las mañanas. Sin duda es más fácil seleccionar los jueves. A veces creo que como cuando escolar, nos facilitaría ir uniformados a algunos trabajos, que para encontrar la distinción en la masa trabajadora, están los fines de semana.

Después vienen los más de novecientos pasos para abordar el transporte público, con los quince minutos preventivos que exigen las lluvias del horario veraniego; los buenos días a todos los vecinos que me topo en el camino y la felicidad clandestina de un azaroso saludo, a quien curiosamente busco y no aparece, y aparece sin quererlo cuando no lo busco.

Los tamales y el atole, la dieta ofertada por la Doña —las Doñas— en la esquina de mi calle y en las varias esquinas más los nuestros barrios de nuestra ciudad. Un botón de muestra del espíritu que tiene nuestra gente que no se rinde ante la jodida economía y genera sus ingresos en una economía alternativa, que supongo los académicos han bautizado como informal y a la cual no han encontrado los políticos en turno y sus tecnócratas, todavía la forma de clavarle el diente —los impuestos—.

La coloquial neurosis circulando por la caótica ciudad en cientos de volantes por cada eje vial, avenida, circuito o distribuidor principal, y desde luego, en todo medio de transporte colectivo.

Una vez sorteada cualquier contingencia: el trabajo y el obligatorio ritual del beso volado en la mejilla a las compañeras del jale, como dice mi compadre (palabra de su herencia en los años del sueño americano). El ordenador que espera a ser desbloqueado para el baile del teclado, la fruta picada antes del medio día: papaya, manzana, uvas, guayaba o melón, porque si se trata de plátano, no debe faltar la crema.

Espero la hora designada a la comida, a veces con impaciencia, para salir y hacer rendir cada segundo. La hora de cada día nos debe alcanzar para tratar los asuntos personales en días hábiles y para la lectura indispensable del whatsapp, Facebook y twitter mientras se come aprisa, sin olvidar, la caminata apurada o pausada, si se ha planeado bien el itinerario de esos sesenta minutos.

Así se va agotando minuto a minuto cada día, cada tarde, cada tarjeta semanal en el reloj checador hasta que llega la novedad del fin de semana para interrumpir la rutina con algo que mantenga el sentido de lo rutinario en el margen de lo cotidiano, en los límites de la cordura, con su cuota de sorpresa que nos permite caminar sobre los ríos sin sucumbir a su corriente y desembocar en el mar una vez más: con escafandra o sin ella, con personalidad múltiple o perfectamente definida, con algo de esquizofrenia o bipolaridad exógena, padecimientos, cual sea, que se curan con una mirada que tiene nombre, con una palabra que tiene magia o una caricia que otorga vida.


Cada cosa atada a nuestros pasos y a nuestros gestos, cada instante adherido a nuestros poros palpitando dentro de cada vena, cada detalle, cada verso, cada niña quemando el tiempo conquista un espacio que nos narra, nos descubre y nos reinventa para acometer nuevamente el ritual de la monotonía y la sorpresa.