Divagando
en la evocación
(Un cuadro
de mi gente)
En el encuentro
diario con el verso
me
sorprenden las dulces expresiones
de tus
gestos sinceros, tan bribones
gozando
como niña en tu universo.
Amaste a
tu bisnieto pulcro y terso
que te
orinaba mientras lo bañabas,
pateando
en su tina sin las trabas
y tu nieta,
mirándoles rendida.
No se van
las imágenes —querida—
en la
gramática de las puntadas.
Hoy que
camino tu camino, viejo,
comprendo
tu molestia y frustración,
tu franco
sonreír, tu bendición
el pan, el
sol, la luz, el azulejo.
Retoco
sobre el sepia algún bermejo
donde
aparecen el señor Malpica
sin
renegar de Reyes que abanica,
el
agradecimiento a sus tutores.
Dos almas
que te dieron sus fulgores
haciéndote
un señor de esencia rica.
Pocahontas,
llegaste con el viento,
tu amor
fue amor de juventud pasmosa
que
despuntó sin retirar la losa
que poco a
poco se comió el cimiento.
Desde
entonces no soy por el momento
de
reconciliación con el amor
pues mi
alma agradecida y sin temor
vive una
danza al ritmo de amistades
que son la
plenitud de claridades
¡Un regalo
del tiempo y su valor!
Me quedan
pocos versos en el día,
tres cantaron
su alegro de otra era
otros tres
ya han sembrado en primavera,
uno más,
aún reina en mi abadía.
Pierdo y
hallo mis sendas, mi alegría
plantándole
a la muerte, la esperanza
tejiéndole
al ayer, su remembranza
sin
olvidar de agradecer por hoy.
Se pinta
un buen futuro a donde voy
—sin
importar la sombra él dice: avanza—
© Amarante M Matus