lunes, 2 de abril de 2018

De nombres, hombres y personajes



Hay un sistema que aniquila al ciudadano
jugando sucio, sin cuartel, a la República:
sus cartas son la corrupción —privada y pública—
y un clan mafioso que se vende como hermano.
No queda sino denunciar con firme mano
a quien se ha puesto el antifaz de promotor
del cambio. Se dice: “brillante”, el impostor
que solo quiere usufructuar  a su votante;
vulgar apuesta es su apuesta de tunante
en un país que no se cansa del traidor.

Pululan hombres cuyos nombres son sinónimo
de robo, rentas mal habidas en sus mesas;
en tantos años de saqueo y de promesas
la impunidad la han convertido en el antónimo
de corrupción, y mas si osare algún anónimo
salir del hoyo hacia la luz del despertar,
no tarda mucho el gran hermano en acallar
al lego imbécil que tiró su tratamiento
para seguir sin cuestionar el juramento
de la Matrix en donde estamos sin estar.

Y llegan hombres cuyos nombres son los mismos,
los mismos nombres que pretenden expatriar;
el big brother les prende velas en su altar
y, como esporas, suma zombis sin racismos,
que para hacer patria, se valen “eufemismos”.
A la violencia que se sabe es represión;
le dan la vuelta con la ley y su razón;
y van confiados colocando a su iguales
en cargos públicos con rentas colosales.
¿Será que el pueblo los despida sin pensión?

Existen hombres cuyos nombres de batalla
son transa y trampa, por mentar los menos graves;
ya llevan años engordando bien sus aves
con democracia y libertad como pantalla.
Le temen mucho a su enemigo, el más gandalla,
pues amenaza con quitar sus privilegios:
“abrase oído semejantes sacrilegios,
abrase visto tanto odio a cierta clase”.
Un tal mesías tropical quiere una base
donde conviva el ser gregario y los egregios.


De mientras, pongo estas palabras en la arena
a ver si llega un viento fuerte que las lleve
a un corazón —quizás a dos— y se rebele
la indignación, y la conciencia no sea ajena
al vil ladrón que le succiona cada vena.
Les dejo aquí, "humildes votos", con mi verso
que ama sembrar si yo conmigo aún converso
alguna idea que disculpe este pudor
que me aparece por creer en el amor
cuando de sobra sé: no soy ningún converso.




© Gonzalo Reyes