Me despedí
con emoción de una estudiante.
Voy a
extrañar sus comentarios, sus lecturas
y aunque la
vida son los ciclos, las clausuras
en un recodo
del recuerdo, algún instante
segura-mente
llegará con su brillante
don de
alegrar la convivencia en la memoria
donde tejieron
las palabras una historia.
La del salón
de clases. Voces y enunciados,
rostros, consultas,
confesiones y hasta enfados.
Sé que el
mañana le traerá, solo victorias.
Las
confidencias y secretos he olvidado
porque la
suerte determina el derrotero
y al evocar
en la pandora un gatillero
solo permite
tirar una vez los dados
pero bocón
como lo soy me echo volados
y me permito
compartir las experiencias
de
adolescente, y ya no tanto, con la audiencia
de aquellos
quienes me confían su barullo
e intento
dar lo más análogo a un arrullo
que pronto
corra por el riel de la conciencia.
Su sello
fue, cuando exigí: hacer pucheros.
En otras
veces, me miraba de soslayo
como
ocultándose en las gafas de algún rayo
tras
escuchar mis letanías, ¿romanceros?
La volví a
ver entre ejemplares y libreros;
no tuve
chance de un saludo más su esencia
pudo plegar
y convocar a la aquiescencia
de los
colores sepia o gris en el daltónico
que busca
versos en sus claves del adónico,
el inventor
de sus historias con vehemencia.
Y
ciertamente si de gestos puedo hablar
debo decir
que ciertos ojos son el brillo,
la timidez
con cierto encanto, su pasillo,
la
discreción del día aquel, donde el azar
volteo mi
suéter y mi oído sin chistar.
Ya voy
sumando a mis apuntes en el diario
cada momento
Regalado a mi lunario:
los
cumpleaños, chocolates y saludos;
la formación
y las sonrisas sin escudos.
Un arcoíris
son sus gestos literarios.
No fue
sencillo acostumbrarme a tres abrazos.
A los
desiertos cuesta mucho degustar
la miel. No
obstante, esos tres por puro azar
me vencieron
así sin más, urdiendo lazos.
A diferencia
de los tres primeros trazos
debo admitir
que existe un cuarto comensal
en el tablón
de la tertulia más genial.
Con diferencia
de los otros, él no toma
él, solicita
y complementa nuestro axioma:
el del
afecto y el respeto a mi portal.
Hay dos
chiquillas que crearon una historia
si no
recuerdo mal, su título es Frida.
Ambas
ficciones son la misma glosa unida
desde el talento
y la emoción de su oratoria.
Alguna vez
les confesé con cierta euforia
“Debo nutrirme
en lo que brinda tu cuaderno”
le dije a
Arantza; mientras, Ana y su gobierno,
su luz
dorada y su sonrisa, no abandonan
la clave
ignota de recuerdos que fusionan
la lealtad
de su cariño sempiterno.
En los
recreos me emocionan con su juego.
Tiran y
encestan, mientras otros meten gol.
Varios van
tras de los balones bajo el sol
y yo en la
sombra soy testigo de los egos
unos patean,
otros botan… para luego
volver a
clase de dibujo o formación.
Detrás quedó
cualquier vestigio del triatlón
que
significa hacer deporte en los descansos
o practicar
el noble oficio, el remanso,
de la
tertulia en caminatas e ilusión.
Solo
Milagros o Pilar, también Raquel
Junto con
Alix y Regina, la cuarteta,
dan la
batalla al grupo C cuando las reta
a cascaritas
en receso, sin cuartel…
un
espectáculo sin duda lo es aquel.
Solo en
primeros y tercero, este deporte,
goza del
éxito en el gusto y el buen porte
que da botar
con buena técnica el balón
o con un
mínimo de ganas y pasión
como estas
niñas que menciono en mi reporte.
La conocí
sin estallar aún el caos
del que sin
duda un poco fui corresponsable.
Debí imponer
la autoridad, no ser afable
como lo he
sido en el salón donde os quedaos.
Casualidad
¿Mera intuición?, al C abrazaos.
Seguramente
estas hipótesis en verso
están
erradas y sujetas al transverso.
Es un asunto
más sencillo de enunciar:
tu rostro es
signo de alegría sin acotar
en este
grupo y su ejemplar multi universo.
Ellas dos,
ambas, cultivaban la alegría
solía
hallarlas, casi siempre, en el salón.
Tenían una
letanía ¿O un sermón?
¿Cómo estás
Prof.? Bien, regular, qué tal el día.
Y les
confieso que lo extraño. Su bujía.
Su convivencia
conviviendo con mi genio;
mi mal
carácter: nada, nada… mi convenio
y ustedes
dos arremedándome en la cara.
Debo admitir,
la vida es ciclos y algo rara
y divagar es
la afición de mis quinquenios.
Después el
tiempo retocó la palidez
suntuosa,
albura… de pintura medieval
con pinceladas
de estación primaveral
que mira,
ríe y va tiñendo con su tez
casi
cualquier entorno gris sin un doblez.
Después la
gracia y bonhomía, piel trigueña,
que nos
sonríe y amalgama como dueña
en la
ocurrencia inteligente una caricia
que hace
brotar en las palabras la delicia
algún imán,
la afinidad… su marca y señas.
En este
grupo me encontré con dos lectoras
a la primera
ya glosé emocionado
en la
segunda pude hallar alucinado
la fantasía
en su retórica de auroras,
de
aguamarina y personajes de escritora.
Siempre le
voy a agradecer este detalle:
el día último
de mayo por mi calle
llegó la
fiesta por un nuevo aniversario
y de salida
en nuestra escuela y en mi anuario
le regaló siete
palabras a mi Valle.
Para Cesar
lo que es de él: mi gratitud
y para
Dueñas, algo más: mi admiración.
A Estefanía
y compañía mucha flor.
Pao, Zyanya,
Padme y Camila toda la luz
para este
viaje, en este póquer… un menú.
Darío,
Bruno, Ikthan, Franco y Alejandro,
y aún me
falta Alexis, ellos en el campo
han
cultivado la raíz del compromiso
de donde
luego brotarán chulos racimos
Así
vislumbro a mis alumnos y les canto.
Frida,
Regina, Diana —y muchas más que faltan—
son de un
altísimo contraste en su amistad
¿La voluntad
de un arcoíris? Mucho más.
Y los demás
que me faltaron en mi escasa
crónica
almática en verdad algo sesgada,
la exploración
de simpatías en el arte
de trabajar
con personitas sin desviarse
de la tarea primordial
en un docente:
ser una guía
en el camino, en el césped
que ha de
pisar cualquier alumno y su equipaje.
© Amarante M Matus