sábado, 7 de noviembre de 2015



Sobre los amantes y la Luna


I

A una luna sin inviernos
rinden culto los amantes,
sin temor y desafiantes,
se columpian en sus cuernos.
Se sacuden bravos tiernos
retando a la gravedad.
Se mienten con la verdad
sin ninguna concesión.
Conviven en su prisión
con rabiosa libertad.


II

Luna, ensalzas sus entregas
de siluetas con aroma
inventándose el idioma
de la fe y las manos ciegas.
Como madre, no les niegas
el influjo de tus luces
cuando se ponen de bruces
y sus pechos humedecen,
en caricias que estremecen
a los mismos tragaluces.

III

Con hilo de lunaciones,
ellos tejen cada hora
en encuentros de la aurora
con añiles emociones.
No tienen más pretensiones
que asaltar un día más,
como todos los demás,
renovando su contrato
que con tino y buen olfato
les confiere un blanco as.

IV

A pesar de la cortinas,
no escapamos a tus ojos
y sin mayores despojos
que la ropa, adivinas
nuestros cuerpos sin vitrinas
amándose enloquecidos.
Somos roces y quejidos,
como gato y gata en celo,
saciando un salvaje anhelo
a la luz de tus latidos.

V

Nos gusta mirar tus fases
cuando hacemos el amor
y nos toca tu fulgor
embrujando nuestras frases.
Tu defines nuestras bases
si sonríes o te escondes,
o es que enorme correspondes
roja o pálida a nosotros.
Si montamos en los potros:
“Yo los miro”, nos respondes.


VI

Tú caminas hacia mí
con la luna que te viste
y un afán que te desviste
con silvestre frenesí.
Cuando loco voy por ti
esa luz que te trastoca
mi deseo descoloca
y se rinde a tus destellos.
Colocamos blancos sellos
y la piel se nos desboca.




VII

Estas ahí, tan serena,
plagada de taciturnos
amores  que esperan turnos,
echadores de la pena.
Das tu ayuda a la condena
de vagar en solitario
a quien busca algún santuario
sin la suerte de encontrarse
y el deseo de  brindarse,
un ritual del cuerpo a diario.


© Amarante M Matus

















Le cantas, Gonzo, a la luna
como un bardo selenita
y ella blanca te dedica
una mirada gatuna.
Tú a su vez, en oportuna
cabriola de buen juglar,
intentas otro cantar
que venza su timidez,
y  ella en su redondez
se desnude en tu mirar.



















Lanza hasta ti su reflejo
y te tatúa una nota
en la cítara que toca
un romance dulce y viejo.
Y tú te quedas perplejo
esperando a que ella baje
a confundirse en tu traje
y en tu cuerpo masculino
y así vestir, sibilino,
en tu piel su camuflaje.




Arrebato de Ovidio More



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