martes, 17 de noviembre de 2015

Manifiesto políticamente incorrecto












A veces huyo a refugiarme en mis lecturas;
me pierdo en cuentos, en novelas o poesía
para matar la incandescencia de la umbría
—el odio, el miedo— con su vela y sus criaturas.
Leer no alivia del insomnio y las torturas
que a diario preñan la razón del ser humano
pero me acerca al sufrimiento del hermano
y me coloca a la distancia del prejuicio,
lugar común de aquel que tiene por oficio
andar en todo y condenar con dura mano.














¿Me evado? ¿Corro ante la ola de las balas
que van y vienen en un mar de confusión?
Tan solo busco una pequeña transfusión
que aporte sangre con impulso a estas alas
que quieren paz, asimilar noticias malas;
beber la tinta —solo así pueden volar—
y toda vez que en un discurso ajeno un par
de ideas puedan abrevar durante el diálogo
entonces sí, verter el verbo y su decálogo
sin burdo espíritu de Rey en un altar.












Difícil es guardar mesura en estos días
de red, alianzas y opiniones muy correctas,
donde las reglas, no excepciones, marchan rectas
y ¡Ay!, de aquellas que cancelen membresías:
serán las brujas que arderán en abadías
por renunciar en la palabra, a cierto credo.
Algunos pocos se mantienen con denuedo
y no claudican en su fe casi infernal,
la vocación de descifrar en el umbral,
toda verdad que ha de imponerse con el dedo.














Ayer un niño que escupió la sal del río;
los ojos tristes, el temor en un pequeño
que sin saber, creyó a la muerte con su leño
en esa cámara que vio su entorno frío.
Hoy toca a Francia que dé fe del poderío:
la gran empresa de la imagen cual conciencia
—segunda vez— que ejerce el eco, la omnisciencia
en varios cientos de millones cual borregos
que solo suman al debate como legos
un like en face y una bandera en su apariencia.














Habrá que hacer un algo más menos falaz
para entender que nuestro mundo está podrido;
para salvar nuestra conciencia del olvido
por cada muerte que sucede contumaz
que no aparece en el museo de Alcatraz
por donde alguno se pasea cual turista
que compra y luce el souvenir o la revista
mientras la guía, brevemente, hace una pausa
para nosotros reafirmar la noble causa
que en nuestro hogar, el occidente pasa lista.


Y así firmamos más matanzas. Consentimos
por ignorancia, que otra vida no merece
un funeral con esa luz en la que crece
un gesto noble en esta casa en que vivimos.



© Amarante M Matus

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