
Cinco y media a.m., aún con la oscuridad en el cielo, me bajo en
Pino Suarez y me sorprende mucho caminar prácticamente solo a la calle donde
leí que sería el acceso al concierto de Sir Paul… llego a 20 de noviembre
esquina con mesones, apenas ahí llegaba la fila a esa hora. Cinco minutos
después un poli nos sugiere ir a Pino Suarez, nos dice que será otro punto de
acceso y que prácticamente no hay nadie, un cuate le pregunta que sí es seguro,
ya que él venía de ahí; el poli nos asegura que así será y varios nos
descolgamos para allá a esperar la hora de llegarle a la plancha. El tiempo
transcurre rápidamente gracias a la charla con los demás locos compañeros de
aventura; y les va la del día dado el contexto electoral que vivimos: un
estudiante del bachillerato aspirante a entrar en la UNAM nos comentaba que ni
loco va votar por AMLO porque él no está dispuesto a chingarse mucho para tener
una carrera, buscar un buen empleo, para que después le chinguen la mitad de su
sueldo y este se reparta entre los pobres; asombrados le preguntamos que quién
le ha dicho soberana pendejada y nos refirió que su maestro de sociología les
explico que eso era el socialismo, política que AMLO pregona, sistema que seguramente
implantaría de llegar a la presidencia. Soy muy respetuoso de las opiniones, me
late dialogar disentir y exponer mis ideas, pero esto si me desarmo cañón. Después de un poco más de charla reaccione ligeramente al tema pero ahí lo dejo.
A las ocho treinta no sin
el correspondiente pleito con la autoridad (ya estaban con la estupidez de que
ese no era un acceso válido y nos querían mandar a 20 de noviembre) comenzamos
a ingresar al zócalo: los amigos que hice y yo entramos en la segunda tanda de
diez en diez, me tocó exactamente en el catorceavo turno de los hombres. Pasada
la revisión de rutina, decomisado mi chesco de manzana verde corrí como pinche
loco, desde luego pase al baño por si las dudas, para asegurarme un buen lugar
y así fue como estuve a diez doce metros del escenario (mi boleto de doce varos
en la zona VIP de la prole)
Poco a poco esa plancha
empezó a poblarse. Como a las once un valedor al que mis piernas le sirvieron
de recargadera me dio chance de sentarme un rato… me hice espacio y me medio
recosté un ratin. Mi legionaria me alivianaba de Tonatiuh. Descanse como
cuarenta y cinco minutos porque la masa empezó a empujar para compactar el
espacio ¡No mames! Faltaban más de ocho horas y ya empezaba esa marea de
cabrones a pugnar por un mejor lugar para ver el concierto. Ya no descanse ni
madres, sólo estaba al tiro para ver en qué momento me paraba para resistir los
embates. La marea de la caprichosa masa me alcanzó casi al medio día. De ahí
hasta casi las siete a aguantar la putisa de la lucha entre los que defendían
su lugar y los que avanzaban conquistando cada vez un mejor punto en la
plancha, y prácticamente hasta las doce y cuarto que concluyó el concierto a
estar de pie.
No nos daban un respiro,
gritos de ¡Pendejos, faltan ocho horas, siete horas…! Y así cada hora más o
menos y embates cada diez veinte minutos ¡No mames no empujen! Se emputaban los
que estaban muy cerca de la valla limítrofe y los cábulas que avanzaban con su
cínico ¡Si se pudo, si se pudo! Y así por el estilo pero casi siete horas de
soportar embestidas que me arrimaron a dos metros del límite, alejando a la
banda que estaba muy cerca de mí al inicio, de hecho perdí a todos aquellos con
los que ingresé, y acercando a aquellos que tenía a cinco seis metros de
distancia cuando todo estaba en calma y que terminaron pegaditos a esa valla.
Dos tres que sacaron los
paramédicos, no sé si insolados o medio asfixiados, un discapacitado con todo y
su silla de ruedas también hubo que sacarlo, varios desertores en el transcurso
que la marea entusiasmada empujaba y toda la banda solicitándole agua al
personal que iba y venía por ese pasillo que dividía la pancha justo al centro.
Yo creo de tanto demandar
agua para beber un poco e hidratarse algo el Dios Tláloc nos mandó una
acariciadora llovizna que nos alivió un poquito para aguantar a las ocho.
Algunos nos inclinábamos con la boca abierta para ver si conseguíamos atrapar
un poquito de esas valiosas gotas para refrescar la garganta, pero ni
madres, por lo menos yo no atrape ninguna.
Como a las siete la masa
no sé si del cansancio o porque ya había conseguido lo que quería, alejar a los
cercanos y acercar a los lejanos ¡Vaya paradoja! Se calmó… se estuvo por fin en
paz y eso sí, si mirabas alrededor, salvo los que platicaban aún y así
olvidaban el cansancio, la sed, la ya larga espera, muchos parecíamos caballos
lecheros, algunos otros en ese pequeño espacio del que disponían se sentaron
como pudieron y varios más estaban a punto del desfallecimiento, ¿estás bien?
¿Todo bien? Preocupados algunos se preguntaban. Incluso por un instante me paso
por la cabeza salir huyendo de esa plancha, mandar a la chingada los
sacrificios hasta ese momento realizados porque todo el chingado cuerpo me
dolía, la boca la tenía prácticamente seca y cada partícula de oxigeno que
jalaba me quemaba cañón, definitivamente la tranquilidad me hizo pensar
pendejadas… pero el orgullo fue lo que me permitió resistir esas dos horas que
faltaban para el arribo de Sir McCartney a la plancha del corazón del DF.
La próxima entrega va
para el domingo mi Pau, no quiero abusar de tu generosidad de leer estas
líneas. Ya va estar más leve, porque afortunadamente pudiste ver el concierto y
ya has consignado algo de lo que ahí sucedió ¡Gracias!
PD. O en su defecto, en
cuanto vea tu acuse de recibo te pego la última entrega.
Bueno, ya son las siete
de la tarde, quizás la hora más complicada, los minutos más largos, volteo a mi
derecha y una chica llora, llora mucho no sé si por la paz que había por fin
llegado o porque estaba digiriendo el susto de tantas horas de resistencia o
porque casi casi la hora prometida se acercaba.
Al cuarto y las ocho más
menos salió el DJ… toda la banda cercana pareció haber visto la viva
reencarnación de Walter Mercado a juzgar por su bromas y cometarios.
Personalmente, me recordaba más a Kurt Russel en “Escape from Nueva York”, sólo
no me checaba la falta de su parche estilo Pirata Morgan triple A
hollywoodense.
Por lo que a mi toca,
justo sucedió que cada mezcla cada pista fue directamente proporcional al
cansancio, es decir, lejos de aliviarme creció mi cansancio desesperación y
ansias por ya disfrutar de Sir McCartney. Una hora de cotorreo, choteo, algún
silbido y el entusiasmo de un contemporáneo que supongo así catafixeaba su
cansancio por bromas a gritos que no me disgustaban pero tampoco ayudaban mucho
a mitigar la individual espera.
Luego llego el video con
pedazos, trozos, significativos trozos de tiempo atrapado en esas fotografías y
videos de la trayectoria de Paul, momentos de intimidad, pequeñas historias que
compartía con los presentes la leyenda que pronto nos sorprendería. Por cierto,
esa enorme pantalla con una resolución muy chingona me recordaba a los
elefantes blancos ya anacrónicos y desaparecidos de la fisonomía de esta
ciudad. Durante esos minutos constate que estaba rodeado de puros conocedores,
creo fue cuando mi cuerpo puteado empezaba a regenerarse como si fuese el de un
lagarto. Las charlas alrededor fueron sustituidas por los comentarios que
suscitó la película de Sir Paul corriendo como crédito de la función de su
prolífica vida.
Unas luces celestiales
empezaron a aparecer anunciando el final del video todos, toda esa masa que
conformábamos ya empezábamos a preparar las gargantas esperando al arribo de
nuestro artista, nuestro monstruo, nuestro ídolo musical… las emociones estaban
a punto de desbordarse, unos saltaban para librar los centímetros que algunos
les llevábamos de ventaja, algunos más buscaban por donde colar la mirada con
su cuello girando como radar buscando su objetivo.
Un prolongado grito
empezaba a desahogar las emociones contenidas, a veces decantadas en tantas
horas cuando el equipo de técnicos aparecía para cubrir el más mínimo detalle.
Ni una sola alma podía estar quieta y curiosamente ahora si cada quien mantenía
su lugar, ya cada quien respeto el lugar del otro. La masa tomó su espacio
conquistado y pactó la paz para entregarse a la marea que se avecinaba, esa
marea musical que venía aproximándose.
Se fue el video...
pasaron todavía unos segundos ¡Apareció él, con su elegante saco rojo, su
impecable pantalón negro y sus juveniles botines negros de ante! ¡Apareció con
toda esa perfecta figura y su guitarra! Con esa expresión lozana alegre jovial
luminosa en su cara. Hizo un gesto así como si necesitase una descarga
eléctrica para creer lo que tenía al frente, una masa de 200, 000 personas que
estaban ahí para corearlo, para saltar con él, para agradecerle, para cantar
sus canciones y las de los Beatles, para llorar con sus mágicas
interpretaciones, para emocionarse y sentirse unos con él en un momento
histórico, para ser una masa de individuos integrados en comunión, rola tras
rola, para seguir haciendo historia en una plancha rodeada de siglos de ella,
para recordarnos lo hermoso que es salir al espacio público y disfrutarlo sin
temor alguno. Para reivindicar el Peace and love en el corazón de un país que
cotidianamente se desangra.
Al primer contacto de la
uña con las cuerdas el golpe de adrenalina fue tal que resulto el hidratante
más potente… el analgésico más cabrón ¡Que dolor de rodillas o de la espalda
baja, ni que madres! Todo el cuerpo vibraba al ritmo de esos músicos que son la
cosa más impresionante que he visto, que vivimos todos los presentes. Que la
Medusa de miles de rostros miraba sin convertir en piedra a ese ídolo de carne
y hueso sino fijaba en la memoria almática cada una de sus expresiones para que
desde entonces acompañe en tertulias y noches en que cada quien necesite
llenarse de energía magia e historia. El genio británico seguramente va quedar
en la memoria que sólo el alz podrá formatear o la catrina al apretar la tecla
del delete, desaparecer.
Y bueno cada canción fue
espectacular, cada rola significo algo pero si me permites hubo tres momentos
que quiero destacar “Let me roll it” su primer cambio de guitarra ¡Vaya forma
de pegarle a las cuerdas! ¡Vaya forma de hacer llorar esas guitarras! Y vaya
forma de plantarse en el escenario a cantar. Que cosa más chingona, todo, todo
el concierto estuvo así pero esta rolita me puso muy chido, muy chingón.
Dos rolas después venía
el primer turno al piano con “Long a widing road” y ya no pude más… me salieron
las lágrimas, no me pude contener… fue un momento de mágica explosión de
emociones, recuerdos, sentimientos, historias reales e inventadas, momentos
evocadores mandando a la superficie un baño del alma, un rocío que corrió por
las bolsas y cayó salpicando los tenis…
Y el momento de paroxismo
dado el encanto de la sorpresa, “Live and let die” con toda esa producción de
pirotecnia que me hizo saltar gritando más enloquecido porque francamente no me
lo esperaba. Un día después me preguntaba el Diablillo que si no sabía que era
parte de su producción…no, no lo sabía y que bueno porque de verdad fue
chingonsísimo ese instante.
Bueno, permíteme un
cuarto: “Dance Tonight”… como disfrute el gozo de divertirse de esos cinco
maestros comandados por Sir McCartney con el bataco lleno de fresca pantomima y
todo ese bloque con los instrumentos acústicos. Y qué decir de sus frase en
español “son a toda madre” “son fantásticos chilangos” “Viva México cabrones”
“Esta canción es para todas las mamacitas”… Su relato de los tres conejos… una
noche llena de magia amigo.
Y bueno podría tirar
tecla y tecla y tecla… ya sólo para redondear la magia la generosidad la
amabilidad y la solidaridad del día: al salir de la plancha resignado a caminar
a casa porque me fallo la master card, me encontró mi Cuco que llegó a las seis
y casi casi me avienta lejos de mi zona para apropiarse de ella… me invitó mi
litro de agua que ya necesitaba y al negociar en Fray Servando esquina Eje
Central con el taxista para que se bajara a cien fierros, diría mi tío, un
valedor se acercó que estaba a un metro de nosotros y se ofreció a cooperar
para llegarle al cantón, el venía para Tezontle poco antes de Maguey.
Esta crónica de lo que
viví con Sir Paul es para mi amigo Pau… con mucho cariño porque ese sábado que
lo platicamos en su casa el sueño se cocinó... sólo lo concrete el diez de
mayo, que por cierto desde algún punto de ese nublado Cielo me acompaño mi
Chiquita, mi Ángel mujer.
Gracias amigo, gracias
Paul y gracias por leer estas líneas.