What Price Glory
Dolores Del Río: Una estrella en Hollywood
El 3 de agosto de 1904 en la ciudad de Durango,
todavía en los últimos años de la idílica paz porfiriana, en la casa del
aristocrático matrimonio formado por Jesús Leonardo Asúnsolo y Antonia López
Negrete y López, nacía la niña María Dolores Asúnsolo López.
Para esta familia el año de 1910 y la revolución que
encabezaba uno de sus familiares (Doña Antonia era prima de Francisco I.
Madero) sería la fecha que marcó los destinos de la pequeña Dolores, una niña
enormemente sensible y privilegiada. Privilegiada no sólo por sus orígenes
aristocráticos, sino por el talento y la capacidad de comunicar con las
expresiones de un rostro, que desde muy temprana edad empezaba a mostrarse.
Rostro cuyos hermosos y estilizados rasgos indígenas ya se podían adivinar
sobre su piel cobriza.
El centauro del Norte, Francisco Villa, obligó a la
familia Asúnsolo López a abandonar su natal Durango para establecerse en la
ciudad de México. A decir del historiador de cine y biógrafo de la diva de
Hollywood en los veintes y treintas, David Ramón: las mejores cualidades de la
ciudad, Durango, Dolores se las llevo consigo: elegancia, claridad, integridad
y transparencia. De las enumeradas, sin duda, todas pudo llevarlas a las
pantallas nacionales adecuándolas al trabajo y al rigor desarrollado durante su
etapa en México.
Dolores estudió en el Colegio Francés con las monjas,
responsables de sus clases y formación en los valores del catolicismo y su iglesia.
Aprendió que la discreción era una virtud tan maravillosa como fundamental.
Esto lo pudo aplicar bien a su vida que transcurrió lejos de los escándalos y
las presiones de un mundo de oropel y plástico como lo era Hollywood en sus
inicios. Se dice que en la escuela era muy aplicada, desde ella aprendió el
valor y el rigor de la disciplina.
Se enamoró de la danza cuado un día asistió a ver a la
rusa Ana Pavlova. Más tarde, confirmaría su gusto por ésta arte escénica al asistir a presentaciones de Antonia
Merced, “la argentina”. Es entonces cuando logra convencer a sus padres
para que le permitan tomar clases de danza, acentuando dos de las cualidades
que poseía de manera natural: gracia y elegancia. Esta facultad de aprender a
expresarse por medio de su cuerpo es la que en un futuro inesperado le abriría
las puertas de la cinematografía estadounidense en un momento de “crisis”
económica por la que atravesaban ella y el que fuera su primer marido.
Dolores del Río conoció a Jaime Martínez del Río Vinent,
hombre culto y de mundo interesado en las artes, durante los ensayos de una
presentación para una obra de caridad. Ella interpretaría un baile español.
Después de dos meses de haberse conocido y tratado, los padres de la joven de
17 años no tuvieron el menor inconveniente en la boda de su única hija con un
hombre mayor para ella que significaba el mejor partido para su hija dadas las
costumbres de la época y de su clase. Así, el 11 de abril de 1921, se consumaba
el matrimonio de la pequeña Dolores Asúnsolo López.
Su luna de miel fue un viaje por Europa y éste constituyó
su universalidad. Al parecer este viaje la alejó para siempre de un mundo
restringido a los estudios y su casa; un mundo compuesto por su formación
académica convencional y confesional custodiada por monjas, de un tiempo y
costumbres marcadas por las normas fuertes y austeras de una clase social
demasiado conservadora; tenía que ajustarse a las reglas de su clase o
enfrentarse al riesgo de la exclusión, la marginación y la estigmatización del
círculo social.
Un mal negocio efectuado por su esposo les colocó en una
situación de precariedad, dadas las condiciones y lujos a los que estaban acostumbrados a
vivir. Un buen día, en casa de Adolfo Best Maugard, un amigo muy cercano al
matrimonio, se encontraba entre los invitados el destino de Dolores en los
Ángeles California: Edwin Carewe, reconocido productor y director de cine con
cierta trayectoria en Hollywood. Dolores lo deslumbró con una ejecución de
baile creada por ella misma. En éste, un baile interpretativo, relató una
pequeña historia con inteligentes movimientos llenos de encanto y gracia. Al
instante despertó sin proponérselo admiración, respeto e interés en el
connotado director de cine, ya para entonces prendado de la belleza y el
talento de la bellísima mexicana a quien no tardó en ofrecerle un contrato para
trabajar en Hollywood.
Jaime Martínez del Río, consciente de su situación en
esos momentos, persuadió a Dolores para que aceptara la oferta de trabajo.
Entre sus planes estaban los de procurarse una carrera en los estudios de cine
como guionista. Después de un intenso desacuerdo con la familia de su esposo,
que él mismo no tomo mucho a parecer, el 26 de agosto de 1925, a la edad de 21
años, la próxima estrella latina de cine en Hollywood llegaba a los Ángeles.
Las puertas de los estudios se abrían a la bella joven de ojos grandes y
profundos; de danzas sugestivas y personales.
Un día después de que Dolores llegara a los Ángeles,
Carewe se consagró a ella y preparo su lanzamiento en las pantallas de su país.
Esta devoción, no se sabe si fue por el amor que en secreto ya le profesaba o sólo
la inercia de las formas de trabajo, muy del estilo Hollywodense.
Inmediatamente le preparó una prueba fílmica y le contrató para su manejo de
imagen a uno de los publicistas más reconocidos en el medio: Henry Wilson. Lo
primero que entre ambos decidieron, fue el nombre artístico. Conservaron
únicamente el primer nombre y de los apellidos el último, el de casada: Dolores
Del Río; la “d” mayúscula era un truco publicitario.
Es así como aquella hermosa mujer de procedencia
aristocrática, educación conventual y con un modo muy personal de interpretar
el baile y la danza, se embarcaba en las turbulentas aguas de la industria más
potente e influyente de los mercados cinematográficos. En esos años, artistas
de todos los países: directores, actrices, actores, fotógrafos... llegaban a la
tierra de las oportunidades y junto con ellos, la posibilidad del crecimiento y
desarrollo del nuevo arte.
La primer película en que trabaja, “Joanna”, como
estrella de la First National, interpreta a Carlotta
de Silva, una nebulosa Vampiresa de origen entre español y brasileño, que
con el tercer crédito no la dejó nada satisfecha. Mas su espíritu, coraje y
disciplina la mantienen en la lucha por sobreponerse e imponerse a este mundo
del cine mudo de los veintes.
Gustavo García dice que “...sus buenas películas yanquis lo son por un trabajo
ajeno a ella, por el buen oficio de los directores” (GARCÍA G., 1983: 26). Nosotros aquí agregaríamos
algo que señala David Ramón: “Gracias
a la cámara de Robert Kurrie, el mismo en su prueba fílmica y “Joanna”,
la imagen de Dolores quedo tan bien fijada en el imaginario de los espectadores
que la vieron, que el 25 de enero de 1926 comenzaba a filmar otra película, ya
como estrella invitada: “The whole town´s talking” (¡Que escándalo!).
Película dirigida por Carl Laemmle, una de las grandes figuras de Hollywood” (RAMÓN D., 1997(a): 25-26). Lo cual parecería una obviedad, pero es
importante resaltar que, efectivamente, el trabajo en que destaca cualquier
actriz es resultado muchas veces de un trabajo colectivo y principalmente en un
a industria que pone muchos recursos creativos, humanos, materiales,
técnicos... para respaldar el trabajo de una actriz; máxime si ésta está
destinada al estrellato.
La película en la que Dolores sería ya la estrella
principal, empezaría a rodarse en marzo de ese 1926, “Pals Firt”, que
pasó sin pena ni gloria; pero la trascendencia de esta película es que en algún
sentido le abrió la puerta para que interpretara Charmaine una muchacha francesa, apasionada y sincera, en su primer
película realmente importante: “What price Glory?” (El precio de la
gloria) dirigida por Raoul Walsh quien trabajaba para la Fox Company (años
más tarde la Twenty Century Fox). What price Glory? Fue todo un éxito de taquilla y público. La crítica se
mostró complacida con su trabajo, no sólo resaltó su belleza, sensualidad y
erotismo, sino su calidad interpretativa, su actuación.
En el año de 1927 le llega la oportunidad de trabajar en
un proyecto sumamente ambicioso: “Resurrección”, adaptación de la novela
de Tolstoi, que ya había tenido tres versiones anteriores. En esta película
Dolores interpretaba a Katiuska, la humilde servidora de las tías de un
príncipe ruso que una noche se entrega a él por amor. Una atribulada rusa, en
palabras de Gustavo García.
El estreno fue el 27 de mayo de ese mismo año. Si con su
actuación en “El precio de la gloria” ya había dado muestras de sus
estupendas cualidades interpretativas, en esta película sólo reafirmó aquello
de lo que ya había dado muestra. “El
New York Times publicaba en sus páginas: Pocas actrices de cine han dado
alguna vez una actuación tan fina en un papel tan difícil; bajo la guía de Mr.
Carewe, Miss Del Río dota de vida este personaje. La revista Photoplay
publicó: La poderosa historia de Tolstoi convertida en una de las mejores
películas de la temporada por Edwin Carewe, presenta a Dolores Del Río, como
una de nuestras más grandes actrices” (RAMÓN D., 1997(a): 29). El estrellato tan anhelado, con esta
película por fin llegaba.
Al éxito de Resurrección, le siguió el de “Carmen” cuya publicidad anterior al estreno rezaba: “Dolores Del Río es la
más hermosa de todas las Cármenes” (RAMÓN D., 1997(a) :32). “Después del estreno el
crítico del New York Times escribió: La caracterización de Miss Del Río hace parecer a
todas las Carmenes del pasado relativamente conservadoras” (Ibidem).
El último éxito de estos años que consiguió bajo la
dirección de Edwin Carewe fue “Ramona”. La crítica nuevamente se deshacía
en elogios para Dolores y el New York Times publicaba: “La elección de Dolores Del río para el papel de Ramona
es excelente. Su interpretación es un logro. Ni por un momento se sobreactua a
pesar de que llora y está histérica durante toda la película. Es extremadamente
cuidadosa en todos los estados de ánimo de su personaje, su belleza es otro
punto a su favor” (RAMÓN D.,
1997(a) :35).
En 1928 firma con la United Artist un contrato de
exclusividad que le permite un cierto grado de independencia.
El 6 de agosto de 1930 se casa con Cedric Gibbons,
después de un romance que comenzó en el castillo de St. Simeon propiedad del
magnate de la prensa estadounidense, Randolph Hearst y su esposa, la
prefabricada actriz, Marion Davies.
Cedric Gibbons fue quien a decir de Gustavo García le
dio, no el estilo a Dolores del Río, sino el artificio. “Gibbons era el artesano adecuado para hacer de Dolores
del Río una presencia que desbordara (o habitara insolentemente) cualquier
personaje” (GARCÍA G., 1983: 26).
Ésta es quizá la etapa más interesante de Dolores del Río
en Hollywood, o si no la más interesante, si en la que más pudo cosechar éxitos
como resultado de la ecuación taquilla-público con una destacada actuación. Las
películas que después vendrían, y junto con ellas la crítica, sólo estarían
dedicadas a ensalzar su belleza y exotismo, mirando de soslayo, su capacidad
artística e interpretativa. Más que antes, Dolores interpretará para Hollywood
lo que éste elegirá como suyo: “La
belleza exótica, el rostro inmaculado que, al ponerse en movimiento, revela
alegrías salvajes, el ímpetu de quien no está condicionada por la civilización.
Dolores, en What Price Glory? o en Bird of Paradise o en de Red
Dance o en The Girl of the Río será la presencia que nos da la
medida deseable del primitivismo, la fiera redimible por el amor y la cultura
occidental(...)La estratificación se impone. Dolores es la irrupción del
instinto o es la serenidad de la belleza” (MONSIVÁIS C, 1983: 12-14).
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Las Abandonadas
Dolores del Río: Profeta en su tierra
1942
es un año de relativa estabilidad política en el país. El presidente Ávila
Camacho iniciaba su segundo periodo presidencial y la revuelta Enriquista
parecía un desagradable y lejano recuerdo. El partido comunista en México vivía
en la clandestinidad y la Segunda Guerra Mundial daba visos de que Alemania se
debilitaba. Los círculos intelectuales y artísticos del país no disimulaban sus
simpatías por Troski o Stalin, pero tampoco ocultaban la admiración que
despertaba en ellos la inteligencia la belleza y la sensibilidad de la recién
desempacada de Hollywood, que sólo seis años antes había asistido a la
inauguración del Palacio de Bellas Artes en 1934.
Alfonso Reyes, Clemente Orozco, Diego Rivera y Frida
Khalo, Carlos Chávez, Carlos Peliccer y Salvador Novo son sólo algunas de las
figuras del arte y la intelectualidad del país que no únicamente dan muestras
de admiración y respeto a la persona de Dolores del Río, sino que pasan a
formar parte del selecto círculo de amistades de la actriz mexicana con una
carrera reconocida en Hollywood.
Eran muchas las ofertas de trabajo que se le presentaron
a Dolores del Río a su llegada a México, pero el primer proyecto en el que se
interesó fue “Flor Silvestre”, la adaptación de la novela del, no muy
conocido, escritor Fernando Robles: "Sucedió Ayer".
Las reuniones de trabajo para la preparación del rodaje
empezaron a efectuarse a finales de 1942. El productor de Films Mundiales,
Agustín J. Fink, había decidido darle la oportunidad a Emilio “El Indio” Fernández, ya que la persona
que tenía contemplada, Alejandro Galindo, se encontraba con muchísimo trabajo.
La adaptación de la novela la haría Mauricio Magdaleno y la fotografía sería
responsabilidad de Gabriel Figueroa. El rodaje se inició el 11 de enero de
1953.
La película estuvo a punto de ser censurada, pero Dolores
utilizó toda su influencia para que las peticiones por parte del ejército para
que no se exhibiera quedaran sin efecto. El estreno de la película estaba
programado para el día sábado de gloria del 24 de abril. El estreno de gala se
realizó en el Palacio Chino. A la función se presentó muy poca gente y la
estrella no pudo simular su turbación, a la que Diego Rivera procuró despejar
con unas palabras.
En “Flor Silvestre” Dolores del Río “...encarnaba magistralmente al ideal de la mujer
mexicana campesina, el más alto modelo de hermosura física y espiritual...” (RAMÓN D., 1997(b): 17). Palabras que un
viejo amigo de la estrella le hizo llegar al día siguiente de la presentación
de la película.
Desde ésta, su primer película, las características de la
mitología que caracterizó a Dolores del
Río quedarían definidas perfectamente desde un punto de vista sociológico: “…el personaje único de Dolores carece de
voluntad porque su gran pasión es el sometimiento (a la familia, al amante, a
la vida). Ella es en la pantalla una forma suprema, pero el guión le exige al
personaje depositar el sentido de su existencia en otras manos” (MONSIVÁIS C., 1992 :18).
En “María Candelaria”, continuara la figura de
Dolores sometida a las exigencias del guión y a las de la vida del personaje,
marcado por la fatalidad de su destino. Permanecerá confinada al racismo y al
sexismo interno (encarnado en el Indio Fernández), negada al goce, al júbilo.
Será el relicario de los sufrimientos y la dignidad. Este será el precio que
deberá pagar la estrella por la apuesta plástica, artística y emblemática de su director en la búsqueda
de una identidad de lo mexicano y la belleza nacionalista desde las
posibilidades del lenguaje de la más reciente de las artes. Pero la artista se
siente a gusto ahí. Es lo que vino a buscar a su país, la posibilidad de
brindarse a su arte; la alternativa que le permitiese explorar y explotar sus
virtudes expresivas, estéticas y artísticas más allá de la belleza física.
Así “María Candelaria” empieza su filmación el 15
de agosto de 1943, con la disciplina férrea de la actriz, que en el ánimo de
sacar adelante la producción no le importaron las condiciones adversas ni las
incomodidades que representó el rodaje; como tampoco los exabruptos del Indio,
demostrando que una actriz, una artista puede ser una estrella; pero no siempre
una estrella será una actriz. Para la interpretación y la actuación se requiere
amor, convicción por lo que se está realizando. Disciplina. Y estas cualidades
caracterizaron a Dolores del Río no sólo en ésta película, con la anécdota del
jacal que hizo las veces de camerino durante el rodaje y en el que Dolores se
comportaba con toda naturalidad como si se tratase del mejor bungalow de
Hollywood, sino la ocasión en que por exigencia del director en "Carmen",
Dolores se pasó toda la filmación descalza pues el director concebía al personaje
totalmente anticonvencional.
Al siguiente día del estreno Efraín Huerta publicaba: “Dolores del Río logra su máxima altura, su
consagración como actriz poderosamente dramática, incluso en los escorzos más
rebuscados, no pierde el tinte sombrío de mujer perseguida” (RAMÓN D., 1997(a):21). Después filmaría “Las
abandonadas” donde interpretaría a una madre que echa mano de cualquier
tipo recurso para sacar adelante la educación de su hijo. El rodaje se inició
el 22 de mayo de 1944 en los estudios CLASA y el de “Bugambilia”,
en noviembre de ese mismo año.
En la película “Las abandonadas” el personaje que
Dolores interpretó va sufriendo una evolución que va de la frescura de la
juventud, matizada en el primerísimo plano cuando presentan al personaje de
Dolores en las playas de Veracruz con su larga y suelta cabellera, al esplendor
excepcional capturado por el virtuosismo de Gabriel Figueroa en el momento que
Dolores aparece con ese deslumbrante vestido blanco y largo por la escalera,
para terminar con la más profunda decrepitud del personaje cuando su hijo le da
una limosna y nuevamente el primer plano hace su aparición dejando en la
memoria del espectador aquel rostro que le puede resultar tan admirable, como
alejado y distante. Porque es difícil creerle como lo señala Monsiváis: “por su perfección de dama de sociedad, claramente
dibujada en la escena de la escalera, y por la sucesiva irrealidad de sus
papeles de Sufrida Mujer, de sus poses de abandono y sumisión, muy presentes
en el desarrollo de la película y llevadas a su máxima expresión en la escena
final” (MONSIVÁIS C., 1983:
16). La película se estrenó en el cine Chapultepec el 18 de mayo de 1945.
El fin de la relación de trabajo de Dolores del Río y el
equipo encabezado por El Indio con la compañía Films Mundiales llegó con la
muerte de Agustín J. Fink. Carlos Garrido Galván, un abogado con espíritu de
comerciante, fue quien sustituyó a Don Agustín y prácticamente echó de ahí a
Dolores, “El Indio” Fernández,
Gabriel Figueroa y Mauricio Magdaleno al conjuro de no quiero genios. Se cerraba así un ciclo en la vida
artística y profesional de la actriz que había conseguido enamorar a su público
con interpretaciones tan melodramáticas como artísticas. “La naturaleza –infiere la lógica del melodrama- la ha
bendecido en demasía y debe expiar su culpa” (MONSIVÁIS C., 1983: 17).
El mito de Dolores del Río, en realidad, se empezaría a
construir en esta etapa al lado de quien la entronizara como una estupenda
interprete, Emilio “El indio” Fernández.
Después vienen un par de películas realizadas al lado de
Gavaldón, otro de los grandes directores de la época: “La otra” y “La
casa chica”. De éstas dos, la primera es considerada por muchos críticos
como la mejor película de Dolores, al lado de “Doña Perfecta” de
Alejandro Galindo. Desde el punto de vista Monsiváis, estos son los personajes más genuinos, porque
en ellos es imperativa, cruel y alejada de cualquier humillación. En los filmes
de Gavaldón, éste la rodeará del marco de tramas delirantes y en “Doña perfecta”, Galindo la usará en una
insólita empresa clerical.
La lista de sus películas aún es significativa. Lo mismo
hizo películas en Argentina, que en España con su primo Julio Bracho y, por
supuesto, también llegó a filmar con el director con quien siempre deseó
trabajar: John Ford. Su trabajo es vasto y si se juntan las dos cinematografías
muchas de sus películas quedan fuera de los propósitos de este trabajo, pero si
hubiese que glosar lo expuesto, nos parece que Carlos Monsiváis lo hace muy
bien en la siguiente cita:
“En el Hollywood de los veintes y treintas es la nativa
bellísima, sensual de facciones iluminadas por la ira y el amor, feliz porque
así lo dicta el instinto, arrebatadamente primitiva. En México se le pide la pérdida
de vitalidad. ¿Para qué la necesita? A ella le toca interpretar a la mexicana
deslumbrante y hierática. Y al espectador sólo se le exige un reconocimiento:
allí, frente a mí, está el resplandor de los orígenes; así, como Dolores, debió
ser la primera mujer mexicana, de pómulos que realzan el rostro, de pureza de
trazo, de lejanía psicológica marcada por las buenas costumbres, de disposición
sacrificable al mando de las emociones legítimas (digamos el llanto, la
sumisión, el arrepentimiento, la súplica)” (MONSIVÁIS C., 1999: 11).
Ave del paraíso
BIBLIOGRAFÍA
-GARCÍA, Gustavo, “Retrato de una dama” en Jorge Ayala
Blanco, Gustavo García y Carlos Monsiváis, Dolores del Río, Festival de
Cine Iberoamericano, Huelva, España, diciembre de 1983.
-RAMÓN, David, “Los directores: 1971-1995: de la crisis
a la esperanza”, en SOMOS 100
años del cine mexicano, edición especial, año 8, núm. 5, 1998.
-______, Dolores
Del Río, Clío, Volumen I “Un cuento de hadas”, México, 1997.
-______, Dolores
Del Río, Clío, Volumen II “Volver al origen”, México, 1997.
-MONSIVÁIS, Carlos, “Las mitologías del cine mexicano”, en Intermedios,
núm. 2, junio de 1992.
-___________, “Las
responsabilidades de un rostro” en Jorge Ayala Blanco, Gustavo García y Carlos
Monsiváis, Dolores del Río, Festival de Cine Iberoamericano, Huelva,
España, diciembre de 1983.
-___________, Rostros
del cine mexicano, AMERICO
ARTE EDITORES, Italia, 1999.